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Me siento incomprendido

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   Ya está. Se acabó. Lo mejor será no llevarle la contraria y aceptar las cosas como son. No creo que merezca la pena seguir rebelándose cuando, a todas luces, a este hombre le falta un hervor. Y no será que yo no lo haya intentado, que he usado todo tipo de tácticas. Se lo he explicado un sinfín de veces, ora con un tono suave y dialogante, ora con una calculada irritación. Le he sonreído hasta tener agujetas, me he mostrado sumiso, huraño, incluso he simulado enfermedades que no tenía. Una vez hasta decidí ignorarle y, a sus llamadas, respondí con un sonoro silencio mientras miraba por la ventana, como orgulloso y desganado. La verdad es que me moría de ganas de correr hacia él, pero tenía que mostrarle mi enojo y me mantuve firme. Así que nada, lo dicho, se trata de un hombre sin talento, y no hay manera. Me tendré que acostumbrar a esa maldita manía que tiene de despertarme todos los días a las seis de la mañana, y sacarme a la calle para hacer pis y caca. Con el frío que hace. Si al menos luego se quedase haciéndome compañía, pero es que ni eso.

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