Anocheciendo
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Vencido el laurel, el sol pliega sus trazos.
Una lámina de acero, plata oscurecida,
va esparciendo en su regazo
la sombra de una tierra carcomida.
De arriba a abajo brota una ausencia
de un broche de oro y otro de escama;
barrido el sol, alertada la mañana
la brisa nocturna se vuelve presencia.
A esta hora borrosa, sencilla, idolatrada,
la esquela de una nota en la caída,
compone la cigarra su mermada
estrofa de idas y venidas.
¡Oh nuevo instante!
¡Oh luz alterada:
villa mutante,
de tenues cúpulas sembrada!
Con el corte de mi pluma
prendo fuego a tu mirada,
bella luna.
Con el corte de mi pluma,
tu sonrisa y tu parada,
cojo en ascuas tu cintura,
blanca, serena y plana.
Y ahora, por fin, yergue la noche.
Brusca noche, noche cerrada.
Como la llanura intensa del ponto,
como la estrechez y el silencio devoto
se ha hecho la noche.
Brusca noche, noche cerrada.