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Por sus hijas, y por mí
Ser alma o ser carne.
Ser nube o ser árbol.
Ser cielo o mar,
otoño o primavera.
Ser quienes fueron todo ello
porque querían serlo.
Por sus hijas, y por mí.
Y, aunque la vida les dio de lado, ahí siguen,
en cada alma, en cada nube y en cada primavera nuestra,
Como si las despedidas no existieran.
O como si aún tuvieran algo que hacer por nosotros.
Porque quieren hacerlo.
Por sus hijas, y por mí.
Las lágrimas no acaban de secarse.
A ratos vienen, a ratos no están.
Son obstinadas, pero también reconfortantes.
Nos mantienen atados a unos recuerdos que no queremos perder,
y luchamos para que sean nube y árbol a la vez.
Como fueron nuestros padres.
Como siguen siendo.
Por sus hijas, y por mí.
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